Si hay uno de esos días, donde todo es color de rosa, donde la vida se torna maravillosa, donde todo pareciera ser hecho a la perfección, donde nada malo puede ocurrir y aunque ocurra, parece no importar… es el día viernes.
Es que te levantas en la mañana, antes que el despertador. Das un salto, te colocas la bata, y te metes en la ducha y hasta tarareas cuando te bañas. Tomas un desayuno, con un ánimo, como que si hubieras tenido la mejor y más gloriosa noche de sexo. El sol parece alumbrar con un fulgor especial. Es que la vida parece estar en su cenit.
Vas a trabajar o a estudiar, con una sonrisa de oreja a oreja, como si hubieras tenido un orgasmo de esos… uf. Y no te importa ir apretado como sardina en el metro, soportar la misma rutina de todos los días. No, que puede importar, más que saber que llegando el reloj a las seis de la tarde, estas a un paso de la libertad. Es como ese preso, que esta apunto de salir. Por fin, descanso, fin de semana, compartir con amigos, sin la presión de que “mañana hay que trabajar”. Un happy hours, la discoteca, una noche de ponceo y quien sabe un ñacañaca, de esos que te gustan.
Pero yo no se quien fue el imbecil que nos puso esa sensación de descanso. Es que el día viernes es el paso fatídico, para llegar a casa. ¿Y acaso no sabes lo que significa eso? Significa: “Trabajo”.
Porque te tienes que preocupar del aseo de la casa. Porque el fin de semana es la parte de la semana donde haces realmente aseo. Porque es en profundidad. Que te colocas a hacer el baño, la cocina, limpiar el refrigerador. Si, vas a sacar del refrigerador toda esa fruta podrida que compraste y nunca te comiste. Vas a cambiar el comedor de lugar, el living de lugar. Todo es trabajo. Y a eso súmale más.
Es que eso no para ahí. Tienes que lavar la ropa, y eso es un CAOS. Que separar la ropa, ropa blanca, ropa de color, ropa delicada, fuerte, frágil, irrompible, jeans, que se destiñe. Y a eso súmale el detergente. ¡¡¡Cada ropa tiene su detergente!!! Ropa color, ropa negra, ropa tu abuela. Y por si eso fuera poco. Tienes que tenderla (bueno algunos mas sofisticado nos sale casi seca de la centrifuga), y por si eso fuera poco… Tienes que ¡Planchar!
No y eso es lo más liviano. Es que en la semana ¿Quién cocina? Para eso esta el cheque restauran. Pero el fin de semana, ¡Hay que cocinar! Y es ahí donde la única neurona que te queda comienza a cranearse: ¿Qué cocino? ¿Que cocino?... y al final terminas cocinando la misma porquería que comes TODA la semana: “Arroz con Pollo”.
Y a eso, súmale… que la llave del baño esta goteando, y sale $20.000 llamar al gásfiter para que cambie una simple “gomita”, entonces aparece el superman que todos los hombres llevamos dentro y la fatídica frase: “Yo lo arreglo”.
Y el arreglo termina saliendo EXCELENTE…mente MAL. Significa: hacer que la luz se encienda cuando das el agua, que el agua del grifo se abre cuando tocas el timbre de la casa…. Y suma y sigue…. Al final el arreglo te sale 100 lucas.
Yo amados amigos, creo que existe otro día para realmente descansar. Un día donde nadie te exigirá nada extremo, donde puedes llegar con la almohada pegada a la cara, Un día donde puedes tirarte las bolas sin ningún pretexto.
Donde el trabajo es realmente liviano, donde nadie espera grandes esfuerzos, pues con ese fatídico descanso de fin de semana, nadie descansa… ¡Gracias a Dios existe el lunes!
sábado, 10 de abril de 2010
Fines de Semana
Posted by Cristian Hernandez Gonzalez on 0:54 in Cristian Hernandez Gonzalez Monologos | Comments : 0
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